miércoles, 1 de agosto de 2012

El anciano del Muro de las Lamentaciones

Jerusalem, Ciudad de la Paz, la Ciudad Santa para las tres Religiones del Libro, que han marcado a fuego la Historia de Occidente, es un lugar abandonado por Dios. Si la paz habitó alguna vez en ella, nadie puede recordarlo. Me cuesta entender que haya sido necesario derramar tanta sangre en el nombre de Dios y que, aún hoy, el azote de la violencia siga empañando la que debía ser la cuna de la espiritualidad.

Tengo muchas ganas de visitar Jerusalem, aun cuando sé que el suelo que pisó Jesús de Nazaret se encuentra varios metros bajo el suelo actual. Cuando vaya, aunque no sea judío (ni de ninguna otra Religión, realmente, y sea de todas a un tiempo), también haré mis ruegos ante el Muro de las Lamentaciones, el único que resta del Templo tras su destrucción por Roma, supuestamente profetizada por Jesús (hay tanta interpolación en los Evangelios...).

Y me vienen todas estas ideas a la cabeza porque el otro día recibí un correo electrónico que narraba una supuesta entrevista de una reportera de la CNN a un curioso anciano judío. Está llena de genialidad y de fino humor negro; si no se tratase de algo tan horrible, hasta sería un buen chiste.

Esto decía el correo:

"Una reportera de CNN escuchó hablar de un anciano judío que había estado yendo a orar al Muro de los Lamentos durante muchos años, todos los días, sin faltar uno. Así que fue allí para comprobarlo. Identificó al hombre fácilmente mientras se acercaba al Muro de los Lamentos.
Lo observó mientras oraba. Después de 45 minutos, y cuando el viejito se estaba dando la vuelta para irse, ella se acercó para hacerle una entrevista.
- Discúlpeme, señor. Soy Rebecca Smith, reportera de CNN. ¿Cuál es su nombre?
- Morris Fishbein -respondió el hombre-.
- ¿Durante cuánto tiempo lleva viniendo usted, señor, al Muro de los Lamentos?
- Alrededor de sesenta años.
- ¡Sesenta años! ¡Es asombroso! ¿Y por quién o por qué reza?
- Rezo por la paz entre cristianos, judíos y musulmanes. Rezo porque terminen todas las guerras y los odios entre la gente. Rezo para que los niños crezcan como adultos responsables, amando a sus semejantes.
- ¿Y cómo se siente usted después de estos sesenta años?
- Como si le hubiera estado hablando a una pared".

[Actualización.- Al fin, pude realizar mi sueño y visité Israel. Y tuve la oportunidad de rezar ante el Muro de las Lamentaciones, y de dejar en una rendija un pequeño papel con una sola petición. Mi petición aún no ha sido atendida. Seguramente, algún día lo será, aunque no parece que yo vaya a vivir para verlo].



sábado, 26 de mayo de 2012

Cuando el esclavo no sabe que lo es

He leído en internet una cita, magnífica, de José Luis Sampedro: "La libertad de elección sin libertad de pensamiento es un engaño, pues elegimos aquello que estamos condicionados para elegir".

Entonces, digo yo, lo verdaderamente peligroso sería que nos hicieran creer que tenemos libertad de pensamiento... y no la tuviéramos.

Hay muchas maneras de hacernos esclavos del pensamiento único o pensamiento "políticamente correcto", haciéndonos creer, sin embargo, lo contrario: que somos "progres" y librepensadores; que somos ciudadanos responsables e informados y que sabemos lo que queremos. Sin detenernos a pensar, ni por un momento, si no nos estarán manipulando con el halago (o con otros instrumentos más sutiles) y, en realidad, lo que creemos que queremos, es lo que otros quieren que hagamos.

A Montag, el protagonista de Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, el Estado le imponía el deber de ser feliz. Y Montag se creía feliz... hasta que dejó de hacerlo.

Pero eso tiene un precio.

Cuando veo todas las calamidades, hasta ahora impensables, que estamos padeciendo en nuestra vida diaria en España, en Grecia, en Portugal, en Italia, en todo Occidente, me asaltan preguntas. ¿Qué están haciendo con nosotros? ¿Qué y quién hay detrás de la hecatombe de la crisis? ¿Cuál es la causa verdadera de que se adopten unas medidas tan inhumanas e injustas, sin que, salvo en Grecia, apenas esbocemos más que unas débiles protestas? ¿Qué es lo que está ocurriendo realmente?

Tranquilidad. Siempre podremos seguir dormidos, autocomplacientes y felices.



viernes, 3 de febrero de 2012

Por San Blas, las cigüeñas verás; y si no las vieres...

No todos los días del año tienen el privilegio de poseer un refrán. Uno de los afortunados es el tres de febrero, San Blas, que tiene este dicho: "Por San Blas, las cigüeñas verás; y si no las vieres, mal año tuvieres". Nuestros ancestros eran sabios: por esta época, las cigüeñas regresaban por aquí, pues el rigor del invierno empezaba a ceder. Pero si no lo hicieren... mal asunto: significaría que el frío y las nieves se habían prolongado más de la cuenta este año, lo que arruinaría nuestra cosecha y, por tanto, nuestra casa.

Éste es un refrán de los de toda la vida. De los que aún conectan al hombre con la Tierra, con la Diosa (de muchas advocaciones, como la tartesia Astarté). Un refrán que unía a los hombres con los ciclos de las cosechas, que, al fin y al cabo, eran los ciclos de la vida. No en vano, había sido la mujer la descubridora de la agricultura. En clave mítica, la Tierra (el principio femenino) era fecundada y con su fruto alimentaba generosamente a los humanos, esos débiles y toscos advenedizos que se creían, ampulosamente, los reyes de la Creación.

Pronto triunfó la forma masculina de ver el mundo, que no dudaba en someterlo y explotarlo en su propio beneficio. Los hombres (no las mujeres) no vacilaron en poner semejante mandato divino en boca de Yahveh (hombre también, lógicamente): creced y multiplicaos, llenad la Tierra y sometedla.

Parece que siempre hemos necesitado justificaciones para hacer nuestra voluntad...

La forma femenina de relacionarse con el mundo es muy diferente. No necesita conquistarlo, ni explotarlo: no necesita poseerlo. La manera femenina es más comprensiva, más total, más emocional. Siente que todo lo que contiene Gaia pertenece a un mismo destino y a un mismo corazón. No tiene sentido imaginarnos como algo diferente y desprendido de la Tierra y de los demás seres que la habitan. En cada latido de Gaia se condensa el sentir de la existencia de todas las generaciones que han habitado nuestro planeta desde el principio, todas las que lo habitamos ahora y todas las que lo harán hasta el fin de los días. Cada expiración del hálito de Gaia lo contiene todo y vibra en eterna armonía y equilibrio.

No es bueno romper semejante equilibrio.

Desde esta perspectiva, la fórmula masculina y antropocéntrica de explotación no sólo es nociva, sino incluso absurda. Y por una extraña ley, acaso kármica, la actividad de los conquistadores humanos únicamente conduce a su propia autodestrucción.

Toda la Modernidad, en el sacrosanto nombre de la Razón (en realidad, de la razón económica), no pretende otra cosa que perpetuar su agónico espíritu conquistador, narcisista y posesivo. ¿Cuántos años ha pasado nuestra sociedad idolatrando al emprendedor hombre de negocios que ha sabido, por su "buen uso" de la razón, hacerse rápida e inmensamente rico en el próspero negocio de convertir la Tierra en una inmensa barriada urbana, sin importarle lo más mínimo el agotamiento de los recursos y la contaminación de todo cuanto toca?

Si mañana llegara a nuestro planeta alguna civilización extraterrestre más avanzada que nosotros (tendría que serlo, si no, no podría llegar hasta aquí), ¿qué haría cuando viera una pequeña parte de la población viviendo a todo el lujo que puede, mientras el resto malvive y hasta muere de hambre? ¿Y qué haría cuando viera que el planeta está siendo convertido por la especie dominante en un inmenso estercolero?

Por San Blas, las cigüeñas verás; y si no las vieres... Ya no tiene sentido este dicho, que ha quedado para el museo arqueológico de los refranes. Las cigüeñas ya no emigran. Las verás en San Blas porque no se marchan en todo el año; porque a causa de la contaminación medioambiental, la temperatura de la Tierra está subiendo a una velocidad demasiado rápida. Crecimos, nos multiplicamos, llenamos la Tierra y la sometimos; tanto, que hemos destruido su delicado equilibrio homeostático. Pero eso sí, complacientemente, nos autodenominamos "Modernos".

Quizás no fueran tan primitivos los que adoraban a la Diosa Madre, a Gea, Isis o Astarté, realizando rituales en los crómlechs megalíticos y, más tarde, en improvisados altares al aire libre. Quizás algún día entenderemos que la misma moneda tiene dos caras, la masculina y la femenina, no solamente una de ellas; y que ambas son complementarias y se necesitan la una a la otra. Quizás algún día repudiaremos al que pretenda enriquecerse a costa de la miseria de otro o de la destrucción del propio planeta. Quizás, incluso, ese día haya llegado ya, espoleados por el fantasma de contornos imprecisos que llamamos crisis.

Pero mientras tanto, y pase lo que pase, hoy quiero fijarme en la belleza de las cigüeñas, con su canción de picos que entrechocan. Una de las cosas que me hacen sentir bien cuando llego a un pueblo, es comprobar que en su campanario está el esperado nido. Y ahora es una suerte encontrarlo habitado todo el año.

Pues que las cigüeñas sigan con su cantar. Que Gaia continúe con su armónica vibración. Y que Astarté y San Blas nos protejan.