jueves, 12 de agosto de 2021

Venus de Lespugue

NOMBRE: Venus de Lespugue.

CRONOLOGÍA: Paleolítico Superior, Gravetiense. 25000 años.

DESCRIPCIÓN: Marfil de mamut. 14,7 cm. de altura. Reconstruida (se rompió durante la excavación). Arte mobiliar. Ley de la frontalidad. Esteatopigia.

HALLAZGO: Cueva de Rideaux, Lespugue, Francia, 1922.

UBICACIÓN ACTUAL: Museo del Hombre de París.

FOTOGRAFÍA: Daderot, CC0, via Wikimedia Commons.




martes, 28 de julio de 2020

El Faro de Camarinal (Tarifa, Cádiz)

Al inicio del Parque Natural del Estrecho, con la Playa de El Cañuelo al este y la Playa de los Alemanes al oeste, se encuentra el Cabo de Gracia (Tarifa, Cádiz). Y sobre el Cabo de Gracia, alumbrando el horizonte, se alza el Faro de Camarinal.

Con su característica escalera exterior de caracol, el faro se levanta sobre una torre almenara del s. XVI, construida por Felipe II para defender la costa de los piratas berberiscos. Esta torre fue conocida como Torre del Cabo de Gracia o Torre Vieja.

Al pie del faro, bajando la ladera, testimonio de un pasado siniestro no tan lejano, se encuentra un búnker de la Guerra Civil.

En cuanto al nombre de la Playa de los Alemanes, es bastante reciente: al parecer, se debe a que esta ensenada fue utilizada por los nazis en su huida hacia Latinoamérica, tras ser derrotados en la II Guerra Mundial.




miércoles, 4 de diciembre de 2019

El puente romano del Salado

Este lugar, tan modesto y olvidado, es uno de mis favoritos. Lo descubrí en 2007, siguiendo las explicaciones del empleado de una gasolinera cercana, pues no existe ninguna indicación para llegar hasta él. Parece como si el puente se mantuviese allí escondido, a salvo de una modernidad destructora, que no le iba a comprender.

Situado en el término de Montellano (Sevilla), se levanta sobre el Arroyo del Salado (en otros tiempos, según las fuentes, muy caudaloso), se encuentra en estado de ruina y abandono. No hay ninguna restricción para acceder al mismo y el coche puede ser aparcado fácilmente en un rellano, justo al lado de la carretera.

Merece ser visitado, pues, dentro de la dejadez que soporta, tiene cierta belleza decadente, que transporta a otros tiempos. Hay que destacar las bóvedas existentes en uno de sus lados, al principio del puente; probablemente, pertenecerían a las dependencias del cuerpo de guardia.

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¿Quieres visitar el puente romano del Salado? Pincha aquí.



domingo, 16 de junio de 2019

Las columnas romanas de la calle Mármoles

Las impresionantes columnas de la calle Mármoles, en Sevilla, permiten hacerse una idea del nivel al que hace 2.000 años, en época romana, se encontraba el suelo de la ciudad.


sábado, 15 de junio de 2019

Las murallas de Sevilla

Las murallas de Sevilla sobreviven a la Historia. Si estas piedras hablaran, contarían sucesos terribles y muy sangrientos entre Cristianos y Musulmanes. Gracias a los Templarios, los Cristianos pudieron tomar Sevilla.


jueves, 13 de junio de 2019

El momento del día

Cuando Dios creó al hombre y la mujer, los contempló. Sintió tanta ternura, que les hizo una promesa: todos los días les daría un instante especial, un momento perfecto. Y así fue.

Una vez tuve la suerte de poder grabar el momento de un día.



domingo, 2 de junio de 2019

El tiempo y el Palacio de la Buhaira

¿El tiempo se puede detener? Tan sólo observa el reflejo del Palacio de la Buhaira en las aguas de su estanque.



sábado, 1 de junio de 2019

Recuerdos del viento de Levante

Esta noche sopla un suave viento de Levante, y me trae recuerdos lejanos de muchas noches caminando por los senderos con mis viejos amigos. Ya no estamos todos. No importa. Algún día, volveremos a caminar juntos por los caminos de la otra vida.



sábado, 27 de abril de 2019

La tarde cayendo está

Una vez dijo un poeta:

"Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!…
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero…
-la tarde cayendo está-.
'En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón'. 
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río. 
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece. 
Mi cantar vuelve a plañir:
'Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada'. 
                                                                         (Antonio Machado: Soledades)

Yo también voy soñando caminos de la tarde. Y la tarde cayendo está.



domingo, 21 de abril de 2019

Aniversario de la fundación de Roma

Tal día como hoy, en el año 753 a.C., tuvo lugar la mítica fundación de Roma. Guiado por los buenos augurios de las aves, Rómulo tomó un arado y trazó los límites de la Roma quadrata. Su hermano Remo le desafió cruzándolos. Rómulo le mató por tal sacrilegio.



sábado, 31 de diciembre de 2016

Una costumbre personal en la última noche del año

Desde hace años, tengo una pequeña costumbre secreta en Nochevieja y me gustaría contárosla hoy. En realidad, es algo muy simple. Durante esta noche, ya tarde, aunque siempre antes de las doce, en algún momento en que en todas partes están ocupados con la cena y la celebración, a mí me gusta, en casa, inventarme alguna excusa para "desaparecer" durante cinco minutos de donde están todos reunidos y marcharme a la última habitación. Allí abro la ventana y me asomo a la oscuridad de la noche; siento el frío en la cara y en los huesos (porque en Sevilla, contra todos los tópicos, hace frío); y ese aire de la última noche del año caduco me hace sentir vivo y sentir bien.

Entonces, respiro profundamente y trato de recordar a todo el mundo, a quienes conozco y a quienes no he visto nunca; os recordaré a vosotros, lectoras y lectores de este blog, y trataré de imaginaros esta noche en vuestra cena, en vuestras vidas; también trataré de recordar especialmente a quien puede que no tenga quien le recuerde esta Nochevieja; o a quien haya sido expulsado de su hogar o de su tierra. Incluso como otras veces hago, fabularé cómo sería esta noche hace siglos, en el paisaje que se extiende ante mis ojos, cuando lo habitaban más allá de la muralla (si un día fuerte, ya desmoronada) los que fueron antepasados de los antepasados de nuestra generación.

Y un año más, nos imaginaré a todos en una especie de barco, navegando sobre un mismo mar...

No digo que me salga muy bien, pero haré lo que pueda.

El año 2016 ha traído a mi vida algo extraordinario, algo que lo cambia todo. Y ahora me siento preparado para entregarme a mi destino en 2017. Esta noche pensaré que mañana por la mañana, cuando me levante, quizás escuchando el Concierto de Año Nuevo, habrá empezado otra era. Sentiré que la noche anterior (hoy) ha terminado una época que deja paso a otra diferente y más prometedora; no en lo material, o en lo profesional, o en el éxito social; me refiero al advenimiento de una vida con corazón, existencialmente nueva, de serena comprensión y que fluya con lo más esencial de las cosas.

Como me incluyo entre los que creen que el breve lapso de tiempo que pasamos en este mundo es por algo y para algo, creo también que aquí venimos a afrontar un Buen Combate. Pienso mirar al nuevo año desde esta perspectiva; y que la vida nos lleve adonde nos tenga que llevar.

Deseo para vosotros, y para mí, valor, fortaleza, ánimo sereno y mucho, mucho corazón para nuestro Buen Combate en 2017.



viernes, 23 de diciembre de 2016

Feliz Navidad

La Navidad es siempre una época entrañable y difícil a la vez. Os deseo Feliz Navidad y que 2017 sea generoso con vosotr@s.




martes, 29 de noviembre de 2016

El puente romano del Salado

Todos los años, en la época en que los árboles pierden sus hojas y el Sol no tiene fuerza suficiente para mantenerse en lo alto, cuando las tinieblas llenan temprano el cielo y las lluvias y el frío recuerdan al hombre cuán poca cosa es, todos los años, cuando esto sucede, llega la tristeza. No puedo explicar por qué llega ni por qué invade los corazones de los humanos. Lo único que sé es que aparece como un viento frío, cuando menos se la espera, y que los mortales no nos damos cuenta de que ha llegado hasta que la tenemos dentro.

Cuando esto sucede, me gusta ir al puente romano.

Tomé el coche y salí desde Sevilla en dirección a Ronda. A la altura de Montellano, tomé la primera salida de la derecha. Era ya todo un camino hacia la Historia. La carretera A-8128 es una antigua cañada real que atraviesa lugares sobre los que se han posado los ojos de hombres de la más remota antigüedad, pero también los de hombres de Roma y del pasado medieval de la Banda Morisca; lugares que hoy se entregan a un agro pacífico y laborioso, y que ofrecen a quien tenga la curiosidad de ir a verlos unos atardeceres imposibles. El mero hecho de tomar esta carretera me hizo sentir aliviado del peso de una existencia plomiza y absurda. Y el posar mi mirada sobre aquellos horizontes, como tantas generaciones anteriores habrán hecho, me devolvió la calma del que se sabe una simple pieza más del eterno samsara, del que algún día, tal vez, podremos salir.

Después de avanzar unos cinco kilómetros, divisé la Torre de Lopera en lo alto de una loma. Allí aguantaba, como podía, el paso de los siglos. La carretera atravesó el arroyo del Salado, con más historia que moléculas de agua en su seno, e inmediatamente, frente al camino a la Torre, aparqué en un rellano del arcén. Había llegado a mi destino: allí, invisible desde la carretera, se encontraba el viejo puente romano.

El puente sobrevive en un lamentable estado, pero aún permite salvar el arroyo. No tiene ningún cartel que avise de su presencia. No tiene ningún nombre. No tiene ningún lujo: sólo su decadente belleza y la historia que rezuma por todos sus poros.

Lo atravesé andando y, al llegar al otro lado, bajé y me acerqué al hoy exiguo cauce del arroyo del Salado. Vi una piedra que, amablemente, me ofrecía descanso y acepté. Me senté y, en silencio, escuché el murmullo del agua y contemplé la panorámica del puente.

En Los trabajos y los días, Hesíodo explicaba que la historia humana no es sino la crónica de la decadencia. En un principio, hombres y dioses convivieron en una situación bastante parecida: fue la Edad de Oro. A ésta sucedió la Edad de Plata, donde los mortales fuimos viniendo a menos y la Madre Tierra, Gaia, se volvió menos generosa con nosotros. Nuestro descenso ad inferos continuó y llegamos a la Edad de Bronce. Tras ésta, siempre en caída libre, llegó la Edad de los Héroes, la mítica era de Aquiles y Patroclo, Héctor y Paris, y todos los héroes que lucharon en Troya.

Pero no bastó con los héroes: la especie humana siguió cayendo y alcanzó la terrible Edad de Hierro, en la que nos encontramos ahora mismo; una edad esforzada y de servidumbre, azarosa y alejada del espíritu y de la riqueza generosa de Gaia. El mismo arroyo del Salado es paradigma de la Edad de Hierro, pues si bien narran las crónicas del s. XIX que era un arroyo de salvaje cauce e imposible de vadear, lo cierto es que hoy puede sortearse con un simple salto.

Hesíodo profetizaba que aún había de llegar una Edad peor que la de Hierro, pero no quiero imaginar siquiera cómo será.

Enzarzado en estos pensamientos, regresé a mi tristeza interior. De tanta melancolía, me sentí tan cargado de años como el vetusto puente romano y consideré mi cuerpo y mi alma como aquellas viejas piedras gastadas, vencidas y caídas. Sin embargo, no pude evitar reparar en la extraña belleza de aquel superviviente del tiempo. Su desgaste me hacía temer por su futuro, pero allí estaba. La belleza curvilínea de las bóvedas que antiguamente albergaron al cuerpo de guardia seguía manteniéndose. Su arco rebajado, con las muescas inevitables de la edad, seguía presidiendo sobre el arroyo. El puente llevaba allí, al menos, dos milenios: había llegado a este mundo mucho antes que yo, y seguramente me sobrevivirá a mí y a mis pensamientos. Posiblemente, otros hombres de otras épocas remotas también se sentaron allí, en alguna piedra, a contemplar la perenne estabilidad del puente. A lo mejor también llegaron tristes y también se deleitaron con la intemporal belleza de la construcción. Quién puede saber cuántas veces ha sucedido este diálogo entre un caminante y un puente, y cuántas veces tendrá que suceder aún.

Fue entonces cuando me di cuenta de que mi tristeza se había ido. No dejaba de sentir cierto desgarro dentro de mí, pero ahora todo era distinto. Entendí que el puente, el viejo puente romano, seguía prestando su servicio: permitía que los caminantes pudiéramos seguir nuestro camino. Y comprendí que todos estamos aquí para algo, todos tenemos una misión.

La tarde empezaba a declinar, así que me levanté de mi piedra, respiré profundamente, inundé mis pulmones con el aire frío y mis oídos con el murmullo suave del arroyo. Agradecido por el mensaje, remonté el puente, lo atravesé y llegué hasta el coche.

En ese momento, al otro lado, por el camino a lo lejos, apareció un rebaño de ovejas, dirigido por un pastor y su perro. Unos instantes después, las ovejas cruzaban ordenadamente el viejo puente romano, inundaban el rellano donde me encontraba y seguían tranquilamente su camino. El pastor llegó adonde yo me encontraba:

- Buenas tardes.

El hombre lo dijo mirándome a los ojos, con amabilidad, con gesto adusto, pero cordial, al contrario de lo que suele suceder en la ciudad.

- Buenas tardes –le respondí.

El puente que hace dos mil años se construyó para servir a los soldados invasores, hoy era utilizado por un ejército distinto: una cohorte de pacíficas ovejas, capitaneada por un pastor de mirada franca y su perro. Sin saberlo, aquellos romanos embelesados con sueños imperiales habían servido a un plan superior.

Ahora estoy seguro de que, del mismo modo, sin saberlo, todos servimos a un plan superior.



sábado, 2 de julio de 2016

Abandonados en las Islas de Arán

A pocos kilómetros de Doolin (Irlanda), donde embarcaríamos hacia las Aran Islands para pasar el día, detuvimos el coche y admiramos el paisaje. Una torre con aire medieval presidía la escena. Eli y yo contemplamos fascinados aquel lugar perfecto, primordial, donde las frías aguas del Atlántico Norte se perdían hasta el horizonte.

"Sin duda -pensé-, la Ítaca que yo busco debe estar más allá, en esta dirección".

Tomamos el barco, el Tranquility, un curioso nombre para aquel cascarón de nuez que no paraba de zarandearse y marearnos con el oleaje. Navegamos por aguas de delfines y dejamos atrás las islas de Inisheer e Inishmaan, y llegamos a nuestro destino, la isla más lejana de todas, Inishmore. Y allí, en contra de todo pronóstico, nos quedamos y pasamos la noche. No fue previsto. No fue decidido. Tampoco hubo ninguna circunstancia sobrevenida. Fue, simplemente, porque perdimos el barco...

Y esto fue una gran suerte.

Cuando a las cinco de la tarde (la hora a la que debimos haber embarcado en el Tranquility), la isla se vació de turistas, las calles y caminos de Inishmore quedaron desiertos. Conocimos y recorrimos, incluso a oscuras, la isla, la de verdad. Hablamos con personas encantadoras, deseosas de charlar con los dos extranjeros, y avanzada la noche, disfrutamos de la cerveza y de las canciones y los bailes tradicionales del conjunto irlandés que actuó en uno de los dos únicos pubs que había en toda la isla.

Cuenta una leyenda gaélica que El Creador, hechizado por la belleza de las Aran Islands, ordenó que las estrellas siguieran brillando aquí con el mismo fulgor primigenio que tenían cuando las islas emergieron del mar. Sin embargo, Eli y yo fuimos privados de aquel tesoro: el cielo estaba cubierto y no abrió. Al parecer, según nos dijeron después, las nubes fueron cosa de San Enda, el patrón de la isla; el muy pícaro gasta esta broma a los visitantes que le caen bien, para que tengan que volver otra vez a este paraíso.

Al día siguiente, el Tranquility regresó a buscarnos. Yo maldije que lo hiciera.



viernes, 22 de enero de 2016

El sueño de un dios sin tiempo

Caminaba sin rumbo por la Sevilla intramuros, perdido en el laberinto de sus calles sin horas. De repente, me encontré en la que se llama Aire y descubrí, sobre la pared, que un poeta había dado a la nostalgia forma de palabras.

Respiré profundamente. Yo también pude sentir la espina aguda del deseo, mientras la juventud pasada, por un instante, volvía.



sábado, 4 de mayo de 2013

La mirada paleolítica

Este lugar de la Sierra Norte de Sevilla, muy cerca de las Cuevas de Santiago, fue habitado por nuestros antepasados paleolíticos. Debieron sentir un escalofrío cada vez que vieran alzarse, sobre el monte, esta Luna llena naciente...


miércoles, 1 de agosto de 2012

El anciano del Muro de las Lamentaciones

Jerusalem, Ciudad de la Paz, la Ciudad Santa para las tres Religiones del Libro, que han marcado a fuego la Historia de Occidente, es un lugar abandonado por Dios. Si la paz habitó alguna vez en ella, nadie puede recordarlo. Me cuesta entender que haya sido necesario derramar tanta sangre en el nombre de Dios y que, aún hoy, el azote de la violencia siga empañando la que debía ser la cuna de la espiritualidad.

Tengo muchas ganas de visitar Jerusalem, aun cuando sé que el suelo que pisó Jesús de Nazaret se encuentra varios metros bajo el suelo actual. Cuando vaya, aunque no sea judío (ni de ninguna otra Religión, realmente, y sea de todas a un tiempo), también haré mis ruegos ante el Muro de las Lamentaciones, el único que resta del Templo tras su destrucción por Roma, supuestamente profetizada por Jesús (hay tanta interpolación en los Evangelios...).

Y me vienen todas estas ideas a la cabeza porque el otro día recibí un correo electrónico que narraba una supuesta entrevista de una reportera de la CNN a un curioso anciano judío. Está llena de genialidad y de fino humor negro; si no se tratase de algo tan horrible, hasta sería un buen chiste.

Esto decía el correo:

"Una reportera de CNN escuchó hablar de un anciano judío que había estado yendo a orar al Muro de los Lamentos durante muchos años, todos los días, sin faltar uno. Así que fue allí para comprobarlo. Identificó al hombre fácilmente mientras se acercaba al Muro de los Lamentos.
Lo observó mientras oraba. Después de 45 minutos, y cuando el viejito se estaba dando la vuelta para irse, ella se acercó para hacerle una entrevista.
- Discúlpeme, señor. Soy Rebecca Smith, reportera de CNN. ¿Cuál es su nombre?
- Morris Fishbein -respondió el hombre-.
- ¿Durante cuánto tiempo lleva viniendo usted, señor, al Muro de los Lamentos?
- Alrededor de sesenta años.
- ¡Sesenta años! ¡Es asombroso! ¿Y por quién o por qué reza?
- Rezo por la paz entre cristianos, judíos y musulmanes. Rezo porque terminen todas las guerras y los odios entre la gente. Rezo para que los niños crezcan como adultos responsables, amando a sus semejantes.
- ¿Y cómo se siente usted después de estos sesenta años?
- Como si le hubiera estado hablando a una pared".

[Actualización.- Al fin, pude realizar mi sueño y visité Israel. Y tuve la oportunidad de rezar ante el Muro de las Lamentaciones, y de dejar en una rendija un pequeño papel con una sola petición. Mi petición aún no ha sido atendida. Seguramente, algún día lo será, aunque no parece que yo vaya a vivir para verlo].



sábado, 26 de mayo de 2012

Cuando el esclavo no sabe que lo es

He leído en internet una cita, magnífica, de José Luis Sampedro: "La libertad de elección sin libertad de pensamiento es un engaño, pues elegimos aquello que estamos condicionados para elegir".

Entonces, digo yo, lo verdaderamente peligroso sería que nos hicieran creer que tenemos libertad de pensamiento... y no la tuviéramos.

Hay muchas maneras de hacernos esclavos del pensamiento único o pensamiento "políticamente correcto", haciéndonos creer, sin embargo, lo contrario: que somos "progres" y librepensadores; que somos ciudadanos responsables e informados y que sabemos lo que queremos. Sin detenernos a pensar, ni por un momento, si no nos estarán manipulando con el halago (o con otros instrumentos más sutiles) y, en realidad, lo que creemos que queremos, es lo que otros quieren que hagamos.

A Montag, el protagonista de Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, el Estado le imponía el deber de ser feliz. Y Montag se creía feliz... hasta que dejó de hacerlo.

Pero eso tiene un precio.

Cuando veo todas las calamidades, hasta ahora impensables, que estamos padeciendo en nuestra vida diaria en España, en Grecia, en Portugal, en Italia, en todo Occidente, me asaltan preguntas. ¿Qué están haciendo con nosotros? ¿Qué y quién hay detrás de la hecatombe de la crisis? ¿Cuál es la causa verdadera de que se adopten unas medidas tan inhumanas e injustas, sin que, salvo en Grecia, apenas esbocemos más que unas débiles protestas? ¿Qué es lo que está ocurriendo realmente?

Tranquilidad. Siempre podremos seguir dormidos, autocomplacientes y felices.



viernes, 3 de febrero de 2012

Por San Blas, las cigüeñas verás; y si no las vieres...

No todos los días del año tienen el privilegio de poseer un refrán. Uno de los afortunados es el tres de febrero, San Blas, que tiene este dicho: "Por San Blas, las cigüeñas verás; y si no las vieres, mal año tuvieres". Nuestros ancestros eran sabios: por esta época, las cigüeñas regresaban por aquí, pues el rigor del invierno empezaba a ceder. Pero si no lo hicieren... mal asunto: significaría que el frío y las nieves se habían prolongado más de la cuenta este año, lo que arruinaría nuestra cosecha y, por tanto, nuestra casa.

Éste es un refrán de los de toda la vida. De los que aún conectan al hombre con la Tierra, con la Diosa (de muchas advocaciones, como la tartesia Astarté). Un refrán que unía a los hombres con los ciclos de las cosechas, que, al fin y al cabo, eran los ciclos de la vida. No en vano, había sido la mujer la descubridora de la agricultura. En clave mítica, la Tierra (el principio femenino) era fecundada y con su fruto alimentaba generosamente a los humanos, esos débiles y toscos advenedizos que se creían, ampulosamente, los reyes de la Creación.

Pronto triunfó la forma masculina de ver el mundo, que no dudaba en someterlo y explotarlo en su propio beneficio. Los hombres (no las mujeres) no vacilaron en poner semejante mandato divino en boca de Yahveh (hombre también, lógicamente): creced y multiplicaos, llenad la Tierra y sometedla.

Parece que siempre hemos necesitado justificaciones para hacer nuestra voluntad...

La forma femenina de relacionarse con el mundo es muy diferente. No necesita conquistarlo, ni explotarlo: no necesita poseerlo. La manera femenina es más comprensiva, más total, más emocional. Siente que todo lo que contiene Gaia pertenece a un mismo destino y a un mismo corazón. No tiene sentido imaginarnos como algo diferente y desprendido de la Tierra y de los demás seres que la habitan. En cada latido de Gaia se condensa el sentir de la existencia de todas las generaciones que han habitado nuestro planeta desde el principio, todas las que lo habitamos ahora y todas las que lo harán hasta el fin de los días. Cada expiración del hálito de Gaia lo contiene todo y vibra en eterna armonía y equilibrio.

No es bueno romper semejante equilibrio.

Desde esta perspectiva, la fórmula masculina y antropocéntrica de explotación no sólo es nociva, sino incluso absurda. Y por una extraña ley, acaso kármica, la actividad de los conquistadores humanos únicamente conduce a su propia autodestrucción.

Toda la Modernidad, en el sacrosanto nombre de la Razón (en realidad, de la razón económica), no pretende otra cosa que perpetuar su agónico espíritu conquistador, narcisista y posesivo. ¿Cuántos años ha pasado nuestra sociedad idolatrando al emprendedor hombre de negocios que ha sabido, por su "buen uso" de la razón, hacerse rápida e inmensamente rico en el próspero negocio de convertir la Tierra en una inmensa barriada urbana, sin importarle lo más mínimo el agotamiento de los recursos y la contaminación de todo cuanto toca?

Si mañana llegara a nuestro planeta alguna civilización extraterrestre más avanzada que nosotros (tendría que serlo, si no, no podría llegar hasta aquí), ¿qué haría cuando viera una pequeña parte de la población viviendo a todo el lujo que puede, mientras el resto malvive y hasta muere de hambre? ¿Y qué haría cuando viera que el planeta está siendo convertido por la especie dominante en un inmenso estercolero?

Por San Blas, las cigüeñas verás; y si no las vieres... Ya no tiene sentido este dicho, que ha quedado para el museo arqueológico de los refranes. Las cigüeñas ya no emigran. Las verás en San Blas porque no se marchan en todo el año; porque a causa de la contaminación medioambiental, la temperatura de la Tierra está subiendo a una velocidad demasiado rápida. Crecimos, nos multiplicamos, llenamos la Tierra y la sometimos; tanto, que hemos destruido su delicado equilibrio homeostático. Pero eso sí, complacientemente, nos autodenominamos "Modernos".

Quizás no fueran tan primitivos los que adoraban a la Diosa Madre, a Gea, Isis o Astarté, realizando rituales en los crómlechs megalíticos y, más tarde, en improvisados altares al aire libre. Quizás algún día entenderemos que la misma moneda tiene dos caras, la masculina y la femenina, no solamente una de ellas; y que ambas son complementarias y se necesitan la una a la otra. Quizás algún día repudiaremos al que pretenda enriquecerse a costa de la miseria de otro o de la destrucción del propio planeta. Quizás, incluso, ese día haya llegado ya, espoleados por el fantasma de contornos imprecisos que llamamos crisis.

Pero mientras tanto, y pase lo que pase, hoy quiero fijarme en la belleza de las cigüeñas, con su canción de picos que entrechocan. Una de las cosas que me hacen sentir bien cuando llego a un pueblo, es comprobar que en su campanario está el esperado nido. Y ahora es una suerte encontrarlo habitado todo el año.

Pues que las cigüeñas sigan con su cantar. Que Gaia continúe con su armónica vibración. Y que Astarté y San Blas nos protejan.



lunes, 5 de septiembre de 2011

La vista de los dioses

En la fría primavera de Jaca, por la noche, después de todo el día agotando las pupilas con los tremendos paisajes de las montañas que levantó Hércules, caímos rendidos en el hotel. Y no sé cómo, pero la agradable conversación con Eli, la Dama de Montemolín, me llevó a recordar el anillo de Adriano, el Emperador.

- Así que el anillo tenía una inscripción.
- Sí, Eli. Muy poética: Natura deficit, fortuna mutatur, deus omnia cernit.
- Vaya... La naturaleza nos traiciona... la fortuna cambia... ¡un dios ve las cosas desde lo alto!
- Debe ser impresionante ver las cosas desde lo alto, como un dios... -dije, meditabundo-.

Eli, pícara, sonrió. Abrió uno de los folletos que había cogido en recepción, buscó algo en él e hizo una llamada telefónica. Cuando colgó, dijo:

- ¿Te gustaría, José María, ver las cosas como un dios?

A la mañana siguiente, llegamos al cercano aeródromo de Santa Cilia. Una frágil avioneta nos estaba esperando a Eli y a mí. La Dama de Montemolín se sentó atrás y yo ocupé un asiento delante, junto al piloto. Creo que disimulé mejor que ella el miedo que daba aquella diminuta y volátil cáscara de nuez con alas. ¿De verdad podrá esto con nosotros dentro? ¡Si parece de papel! ¿No se caerá al primer golpe de viento?

Pues no, no se cayó. Si se hubiera caído, no estaría yo ahora contándoos esto. Y aunque la avioneta era incómoda, desde luego que mereció la pena ver las tierras de Huesca como las ve un dios...


lunes, 16 de mayo de 2011

Desgarradoras palabras de amor

Franz Kafka fue un ser intenso, aunque débil, que sufrió mucho. Tuvo una educación terrible, a la sombra de su padre, y ya adulto, trabajó sin vocación en el mundo del Derecho, en una famosa compañía de seguros. Pero, en realidad, escribir era su vida, aunque consideraba que sus obras no eran sino “una prolongación de su enfermedad”.

Como su existencia, sus amores fueron difíciles y tormentosos. Quizás el gran amor de Kafka fuera Milena Jassenská. Milena, un ser rebelde y esclavo a la vez, que también llevaba una vida tortuosa. Estaba casada con Ernst Pollak, muy amigo de los cafés vieneses y del erotismo. Pollak llevó a su casa a la atractiva Mici; y Milena, que estaba dispuesta a ser todo lo liberal que fuese necesario, aceptó el ménage à trois; aunque al final, esta situación no pudo manejarla tan bien como hubiera querido.

En este contexto, se desarrolló un intenso y voraz drama amoroso de dos años de duración (1920-1922), más platónico que real (sólo dos encuentros personales, de apenas cinco días en total), entre Franz Kafka y Milena Jassenská. Dos seres demasiado diferentes, demasiado presionados, demasiado extraordinarios, que mantuvieron una impresionante correspondencia epistolar. Y en una de las cartas, Kafka escribió a Milena estas palabras desgarradoras, que nunca he podido olvidar:

"Sin ti no tengo a nadie, a nadie más que al miedo: echado sobre él y él sobre mí, nos pasamos las noches agarrados el uno al otro".

Franz Kafka falleció en 1924, tras meses de dura enfermedad. La tuberculosis afectó a su laringe (el órgano de la comunicación) hasta el punto de no poder alimentarse más que de líquidos. Paradójico (o inevitable) final para un escritor que luchó toda su vida por expresarse y afirmarse, ante su padre primero y ante el mundo después.

Milena Jassenská, tras descender al infierno de la morfina, fue recluida por los nazis en un campo de concentración, en 1939. Allí fue enfermera y trató de hacer más leve la vida de los demás presos, hasta su muerte en 1944.

Contemplando sus vidas, no puedo dejar de pensar en un destino, en el karma que unió a ambos, Franz y Milena, durante un periodo breve, tal vez eterno, de su existencia.



sábado, 8 de mayo de 2010

Antonio Garfia, el semblante de un científico




En el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses trabajan algunos de los mejores científicos de nuestro país. Tal es el caso de Antonio Garfia González, un científico renombrado tanto en España como más allá de nuestras fronteras.

Antonio Garfia ha sido Profesor Titular de la Universidad en el Área de Ciencias Morfológicas. Doctor en Medicina y Especialista en Patología Forense, Patología Toxicológica y Patología Experimental, ostenta en la actualidad el cargo de Jefe del Servicio de Patología Forense del Departamento de Sevilla del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses.

Su bibliografía es extensa, como lo es su labor investigadora. Pero tal vez su producción científica más personal sea la constituida por su blog, seguido por colegas de varios países.

Desde luego, Antonio sabe bien lo que es luchar por la libertad de expresión desde las líneas de un blog.

Los que le conocemos, sabemos que Antonio Garfia no se arredra con facilidad ante los obstáculos. Es un hombre muy inteligente, locuaz, agudo, científicamente minucioso, de buen humor y mejor conversación. Pero sobre todo, por lo que a mí respecta, Antonio es mi amigo. Un amigo leal. Un amigo que sabe estar cuando se le necesita. En suma, un amigo de verdad.

A todos los profesionales de la Histopatología y a todos los opositores a los Cuerpos Especiales de Médicos Forenses, Facultativos, Técnicos Especialistas y Ayudantes de Laboratorio del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, me permito recomendaros el blog de Antonio Garfia, que seguro será de vuestro interés:

jueves, 10 de diciembre de 2009

Diez de diciembre, el Día de los Derechos Humanos

La noche del diez de diciembre de 1948, en París, fue aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas la Declaración Universal de Derechos Humanos. No se aprobó por unanimidad, pero tampoco hubo ningún voto en contra (sólo un puñado de abstenciones), y se pronunció a su favor una amplísima mayoría de Estados. No cabe duda de que se trató de un gran consenso mundial.

Fue en 1950 cuando la Asamblea General propuso institucionalizar el diez de diciembre como Día de los Derechos Humanos.

El "padre" de la Declaración Universal fue el francés René Cassin, quien dijo haber elaborado un proyecto ideológicamente aséptico; suponiendo, claro está, que la apuesta valiente por los derechos humanos pueda ser considerada ideológicamente aséptica.

Sea como fuere, la noche del diez de diciembre de 1948 trajo algo nuevo para la humanidad. Es cierto que todos los días hay constantes y atroces violaciones de los derechos humanos; pero también hay todos los días esfuerzos heróicos de muchas personas en todo el mundo, que trabajan por hacerlos valer. Es el gran desafío para los hombres y mujeres del s. XXI, porque bien podríamos decir que sin derechos humanos, no habrá futuro.

Se atribuye a Julio César la célebre frase "Si vis pacem, para bellum" ("Si quieres la paz, prepara la guerra"). Hoy, más de veinte siglos después, bien podríamos ir cambiándola: Si quieres la paz, prepara la Justicia.




domingo, 8 de noviembre de 2009

Puesta de Sol en la Isla de Sancti Petri

No conozco una puesta de Sol que no impresione. Y más cuando sucede en un lugar que fue muy sagrado en la Antigüedad.

La hoy Isla de Sancti Petri, en el Sur de España, en la provincia de Cádiz, fue un lugar santo, pues sobre ella edificaron los fenicios el famosísimo Templo de Melkart (Hércules), bajo el cual -se decía- reposaban los restos de aquel héroe. Fue uno de los santuarios más importantes de la Historia Antigua, recibiendo innumerables visitas de personajes conocidos y desconocidos, que venían de todo el mundo hasta sus puertas a celebrar sus sacrificios rituales a la divinidad que vela por nosotros.

Desgraciadamente, nada hay ya de aquel Templo sagrado. Hoy lo que queda es un castillo del siglo XVIII, que sirvió de baluarte defensivo contra los piratas. Muy alejado de su sacro pasado, el castillo ha sido testigo de los horrores causados por la especie a la que todos nos honramos en pertenecer: el homo brutalis. Los lienzos de las murallas del baluarte fueron ultrajados por las bombas francesas de la Guerra de la Independencia, en un pasado de gloria vana y sanguinaria.

Yo fui hasta allí un uno de noviembre, a contemplar la puesta de Sol, y traté de apartar de mi cabeza esa decadencia, para fijarme en la belleza del paisaje. Respiré profundamente y absorbí toda la energía que fui capaz. Dejé mi mente volar sobre el tiempo y, en mi imaginación, pude ver primero el Templo y, después, a las personas que entraban y salían de él, tras hacer sus sacrificios y ofrendas, cargados de esperanza.

Cuando abrí los ojos, como si yo mismo hubiese participado en esas ofrendas, sentí algo lejanamente parecido a esa esperanza.

El Sol se pone temprano en otoño y desciende sobre el mar velozmente, con la misma rapidez con la que todos nos dirigimos al abismo donde nos espera la Muerte. Fue la de aquella tarde una puesta de Sol perfecta, como un anticipo del que alguna vez será el último día perfecto.

Pero ya es momento de que yo me calle, para dejar que podáis contemplarla por vosotros mismos.



sábado, 24 de octubre de 2009

El espectro del Mausoleo de Adriano

Roma es una ciudad húmeda y calurosa en verano. El placer de pasear por la Ciudad Eterna entre finales de julio y principios de agosto exigía pagar el severo tributo de la canícula. Y aun estando acostumbrado a los rigores de Sevilla, el calor de Roma era exasperante. Por eso me sorprendió tanto la ausencia de aparatos de aire acondicionado en casi todos los bares y restaurantes de Roma. Pero en una ciudad como ésa, hasta esta sorprendente carencia forma parte de sus ilimitados encantos.

- Aun así, Eli –dije-, reconozco que hace veinte años hubiese disfrutado mucho más de este viaje. Entonces tenía a Roma totalmente idealizada. Hoy, sin embargo, aunque reconozco que es desbordante, prefiero las maravillas de la Madre Naturaleza, de Gaia, a las bellezas que son fruto de la mano del hombre.

Dejé de hablar para tomar aire –caliente- y recuperar el resuello mientras seguía andando.

- Aunque tengo que admitir –continué- que, cuando se trata de ruinas como los foros o el Coliseo, a pesar de que abruma lo colosales que son, transmiten un extraño sabor a decadencia.

Eli, exhausta, me sonrió sin pronunciar palabra. Caminaba sin aliento. A lo mejor era yo quien la tenía abrumada a ella con mis tonterías. En cualquier caso, había que guardar las pocas energías que nos quedaban para recorrer la corta avenida que va desde el Vaticano hasta el Castel Sant´Angelo. Y no nos habían exagerado, se trataba de un paseo breve; el único problema consistía en hacerlo a las doce y cuarto del mediodía, a 37 grados de húmedo calor.

Transcurridos unos minutos, detrás de los árboles apareció el lateral del otrora Mausoleo de Adriano, hoy Castel Sant´Angelo. Majestuoso. Tremendo. Excesivo, como todo en Roma. Y a pesar de mis palabras (y como prueba, una vez más, de mi estupidez), me emocioné al sentir que yo estaba allí, en aquel lugar soñado tantas y tantas veces.

Aquel edificio hablaba del pasado. Un pasado de gloria egolátrica, tan frecuente en el Imperio Romano. Un pasado de ambiciones y guerras sangrientas, como cuando los Papas, en situaciones de peligro, escapaban a obtener refugio y seguridad en el Castel Sant´Angelo. Intenté imaginar alguna situación de aquellos tiempos papales, pero mis gustos me traicionaron y mi mente dejó la época del Castel y se fue a la del Mausoleo. Los que gustamos de senderos y castillos nos decantamos en seguida por las épocas más remotas, con gloria o sin ella, pero primordiales. Sí, indudablemente, prefiero el Mausoleo de Adriano al Castel Sant´Angelo. ¡Pero a ver cómo se distinguía ahora el uno del otro, si estaban fundidos entre sí, como dos vinos que se vierten en un mismo tonel!

Y sin embargo, fue fácil: bastó con entrar en su interior y empezar a recorrer las primeras galerías, avanzando por la rampa elicoidale. Yo me sentía en el Mausoleo, no en el Castel. Aquel largo pasadizo oscuro, y algo más fresco que el tórrido exterior, empezó a encantarme; y a Eli también. Continuamos avanzando.

A pesar de la invasión de hordas de turistas (nosotros éramos una simple horda de dos), aun con el punto de fuga del runrún de las conversaciones de los curiosos y agotados visitantes, incluso así, el lóbrego carácter de aquel lugar, indudablemente Mausoleo y no Castel, empezaba a impregnarnos. Hasta una paloma agazapada sobre un foco de luz en una esquina abovedada formaba parte del ánima sobrecogedora de aquel lugar. Pero lo más impresionante todavía estaba por llegar. Y no me refiero, precisamente, a las extraordinarias vistas de Roma con que el Castel Sant´Angelo nos obsequiaría un buen rato después, cuando llegáramos a lo más alto, sino a aquello que estaba a punto de sucederme.

Las galerías dejaron de ser curvas y se tornaron rectas. El itinerario se hacía sobre una estructura metálica central, levantada sobre el pavimento. De repente, accedimos a una estancia diferente, especial. Las paredes eran amarillentas por la iluminación y la estructura metálica, con barandas, ahora se elevaba a cierta altura sobre el nivel del suelo: habíamos llegado al sanctasanctórum del Mausoleo.

Era la cámara sepulcral de Adriano. Adriano, sucesor de Trajano e hispano como él, de Itálica, muy cerca de Sevilla. Me resultaba chocante pensar que el hombre que estuvo allí enterrado vio en su infancia la misma campiña que veo yo en mi tierra.

Adriano perteneció a la dinastía de los Antoninos, el siglo de oro del Imperio Romano (el siglo II d.C.). Llevó los límites del Imperio más lejos aún que Trajano. Fue, además de un gran emperador, un enamorado de la belleza y del mundo griego.

En la pared, sobre el fondo de un cegado arco de medio punto, había una inscripción.

- ¿Sabes, Eli? Cuenta la historia que Adriano tuvo un gran amor en su vida.

- Bueno -respondió ella-, supongo que a Adriano no le faltarían candidatas, ¿no?

- No, desde luego. Incluidas las esposas de sus fieles cortesanos. Sin embargo, su gran amor fue un joven, un adolescente bitinio. Se llamaba Antínoo y cuenta la historia que era de una belleza extraordinaria.

- Vaya. ¿Y fueron felices?

- Quién sabe.

- ¿Por qué? ¿Qué pasó?

- En un viaje que hicieron, Antínoo se arrojó al Nilo.

- ¡Se suicidó! ¿Por qué hizo una cosa así?

- Pues resulta difícil saberlo. La versión oficial dijo que se suicidó por amor a su emperador.

- ¿Por amor? Sería, más bien, por desamor.

- No, no, por amor. Al parecer, se dijo que Antínoo había consultado a un mago y que éste le había dicho que si Antínoo ofrecía en sacrificio su vida, Adriano viviría más tiempo del que el destino le tenía deparado.

- ¡Ya estamos! ¡Otro con el tiempo! Me recuerda a tu dichosa busca de la Fuente de la Edad. ¿Y por qué dices que ésa es la versión oficial? ¿Qué se decía por los mentideros romanos?

- Pues... Bueno, se dijeron otras cosas.

- ¿Qué? Déjate de misterios y cuéntalo ya.

- Las malas lenguas dijeron que Antínoo fue víctima de su propia belleza. Sufrió la persecución del viejo verde de Adriano y, cuando Antínoo comprendió que ya no iba a poder escapar de sus deseos libidinosos, prefirió suicidarse antes que caer, literalmente, en sus manos.

- ¡Oohh!

- Bueno, ten en cuenta que Adriano tuvo muchos enemigos que hicieron lo imposible por difamar su imagen. A saber si esto es cierto o no. De todas formas, hay otra versión más romántica, aunque muy amarga también.

- Pues creo que voy a preferir ésa. Cuéntamela.

- La explica Marguerite Yourcenar en su novela “Memorias de Adriano”. Dice que entre ambos, Adriano y Antínoo, existía una intensa pasión y un profundísimo amor.

- Esto ya me va gustando más.

- Sin embargo, Adriano era un amante un poco cruel. Antínoo empezó a sufrir las humillaciones y los desprecios a los que le sometía el caprichoso emperador. Eran pequeñas (y no tan pequeñas) sevicias de amante sádico, a menudo delante de todo el mundo; y sin faltar tampoco el frío estilete de los celos.

- ¡No me lo puedo creer! ¿No amaba tanto a Antínoo?

- Antínoo no pudo soportarlo más y decidió vengarse de la forma más despiadada que supo: quitándose la vida. La versión oficial dijo lo que ya te he contado, pero Antínoo sabía que Adriano entendería el verdadero motivo de su muerte: privarle de él y hacerle sentir culpable por el resto de sus días. Y desde luego, lo consiguió.

- Cuánto odio. Eso no es amor. Ni por parte de Antínoo, ni por parte de Adriano, desde luego.

- Al parecer, Adriano quedó sumido en una profundísima melancolía y jamás fue capaz de superar aquel dolor. Elevó a Antínoo oficialmente a la categoría de dios y fundó una ciudad consagrada a él: Antinópolis.

- ¿Y no hubiera sido más fácil haberle amado normalmente, sin más? ¿Qué clase de amor es ése, que se divierte en causar dolor a quien, supuestamente, ama?

Yo no tenía respuesta para esa pregunta. En realidad, no tengo respuesta para casi ninguna pregunta de ese estilo. ¿Qué demonios habrá en el corazón de cada hombre y de cada mujer? ¡Ya cuesta trabajo reconocer lo que tiene uno en el suyo! A saber -pensé- lo que me hubiera dicho Adriano si me hubiera escuchado...

Nos habíamos quedado los dos en silencio. Sin darme cuenta, me encontré embobado mirando a la inscripción de la pared.

- ¿Qué es eso? –preguntó Eli-.

Empecé a leerla a media voz.

Animula vagula blandula
hospes comesque corporis
quae nunc abibis in loca
pallidula rigida nudula
nec ut soles dabis iocos.

- Son unos versos en latín. Adriano también era poeta. Cuando estaba próximo a morir, ya gravemente enfermo y sabiendo que le quedaba poco tiempo, escribió ese poema. Adriano está hablando a su alma.

Eli consultó en su teléfono a San Google, siempre tan socorrido:

- Adriano murió... en el 138 d.C, con 62 años de edad. ¿Murió al poco tiempo de que Antínoo se arrojara al Nilo?

- No. Adriano tuvo casi ocho años para llorar su pérdida (yo había consultado a San Google antes de salir de España).

- Ocho años de venganza... ¿Y qué significan esos versos? A ver...

Nuevamente, Eli convenció a San Google para que hiciera el milagro:

- Pues... es difícil de traducir. Podría ser algo así como:

“Pequeña alma, vagabunda, blanda,
huésped y compañera del cuerpo,
¿a qué lugares te retirarás ahora,
pálida, rígida, desnuda,
para no darme ya las bromas que solías?"

Aquellas melancólicas palabras se habían depositado plúmbeas sobre el aire de la cámara. Quedamos los dos en silencio, mirando la inscripción, apoyados en la baranda. Eli, meditabunda, siguió caminando hacia la sala siguiente. Yo permanecí aún un poco más, leyendo en voz baja el poema.

Animula vagula blandula...

No reparé en que el calor había desaparecido por completo.

Hospes comesque corporis...

Tampoco reparé en que el bullicio sordo que impregnaba el fondo del ambiente había desaparecido.

Quae nunc abibis in loca...

Quae nunc abibis in loca...

Estaba tan absorto en los versos que no advertí que alguien estaba pronunciándolos, casi simultáneamente, a mi lado.

Pallidula rigida nudula...

Pallidula rigida nudula...

Ahora sí. Ahora me había fijado. Había alguien a mi lado recitando el poema. Me parecía un acento extranjero, pero algo distinto al de los italianos. Sin embargo, su pronunciación era agradable de escuchar. Transmitía algo, sumamente bello y triste a la par. Esta vez me quedé callado y sólo habló él.

Nec ut soles dabis iocos.

Temiendo lo peor, me di la vuelta y le miré, y en efecto, allí estaba, con la mirada fija en la lápida de los versos. Era un hombre mayor, alto y corpulento, vestido con una túnica blanca; tan blanca y semitranslúcida como lo era su propia piel; tanto, que a su través se podían ver los detalles del muro que había detrás. Tenía barba rizada, al antiguo modo helénico. Yo estaba petrificado y con las pupilas muy abiertas. La figura, lentamente, se dio la vuelta hacia mí, me miró a los ojos y me dijo con voz pausada y profunda:

- La eternidad es larga y desoladora. Hay demasiado tiempo para reflexionar y para atormentarse por los errores cometidos durante el breve paso por la vida.

No pude articular palabra. El espectro volvió a hablar.

- Daría la inmortalidad de mi alma a cambio de recuperar, por un solo instante, el amor de Antínoo.

Yo estaba aterrorizado. Un grito subió desde mi pecho y quedó ahogado en mi garganta. Sentí una mano en mi hombro, pegué un respingo y un sudor frío me invadió. De repente, fui consciente otra vez del bullicio de fondo y del calor que hacía en la cámara. Me di la vuelta y descubrí la cara preocupada de Eli y su mano cálida sobre mi hombro.

- ¿Qué haces aquí todavía, José María? Me tenías intranquila. Creí que venías detrás de mí.

Me giré rápidamente hacia la figura semitranslúcida, pero había desaparecido. Tardé algo en reaccionar. Las palabras volvieron a mi garganta. Con dificultad, le contesté.

- Nada... Estaba pensando...

Eli me miró con extrañeza.

- ¿Pensando qué?

- Pensaba... en lo complicados que somos los seres humanos... Para algunas personas es más difícil amar al ser amado que gobernar el imperio más grande de todos los tiempos...



viernes, 7 de agosto de 2009

La noche de las Perseidas

Un año más llega el verano y con él la lluvia de estrellas más famosa: las Perseidas o Lágrimas de San Lorenzo (la festividad del santo es el diez de agosto). Las Perseidas se originan cuando la Tierra atraviesa la estela de partículas que dejó a su paso el cometa Swift-Tuttle, produciéndose un espectáculo que es un auténtico regalo del cielo.

Las Lágrimas de San Lorenzo pueden observarse desde el 17 de julio hasta el 24 de agosto, pero su máxima actividad tendrá lugar la madrugada del día doce de agosto. Y parece ser que este año va a ser más espectacular que otros, ya que la intensidad será mayor. En efecto, los astrónomos utilizan una magnitud llamada Tasa Horaria Cenital -o Zenital- (THZ), que no es sino el parámetro que mide el número de meteoros por hora. Pues bien, la actividad normal de las Perseidas es THZ 100; sin embargo, este año se prevé una THZ 200, al parecer por la influencia de Saturno.

El cielo (como a todo el mundo, supongo) me ha impresionado profundamente desde niño. Y hace años que procuro no perderme este obsequio veraniego que nos hacen los dioses desde la profundidad de la noche. Este año hay un pequeño handicap: ahora mismo tenemos luna llena y la semana que viene, en pleno auge de las Lágrimas, habrá cuarto menguante, lo que hará que sea más difícil ver la lluvia de estrellas. Pero estoy seguro de que, aun así, el espectáculo merecerá la pena.

Me encanta recordar la emoción de otros años, cuando llegábamos al sitio que habíamos elegido, lejos de las luces de la ciudad; y de pronto, aparecía la primera estrella fugaz. Cualquier intento por mi parte de explicar ahora esa emoción, aun cuando utilizara un millón de palabras poéticas, estaría condenado al fracaso: hay que vivirlo para entenderlo.

Este año me gustaría ir a verlas la noche del sábado 15 al domingo 16. Y no sé aún qué sitio elegir. Es fantástico perderse por senderos y castillos, y encontrar un lugar privilegiado y perdido para presenciar el espectáculo. He estado en lugares realmente inolvidables: en un puerto de mar, en un castillo o delante de las ruinas de una ciudad tartesia. Da igual. Lo importante es estar. Y si además se tiene la fortuna de ir acompañado de una persona, o de varias, que sientan también esa pasión, ¿qué más se puede pedir esa noche a la vida?

Al fin y al cabo, la felicidad está construida a base de diminutos momentos infinitesimales... como las pequeñas y fugaces Perseidas.



La Luna en una noche de Perseidas, delante de la ciudad tartesia de Tejada la Vieja.

jueves, 23 de julio de 2009

Rituales de Magia en la Torre del Águila

Una clara tarde de junio, Eli y yo llegamos hasta El Palmar de Troya, una pedanía de Utrera; lo atravesamos y seguimos por las carreteras SE-9015 y SE-9016. Desde varios kilómetros antes, sobre los preciosos campos de girasoles se veía, solitaria y altanera, la Torre del Águila, con la sobriedad que dan los siglos. Alcanzamos nuestro destino, la Barriada de La Cañada, a unos cincuenta kilómetros de Sevilla, donde dejamos el coche, y anduvimos hasta la loma que sube a la Torre.

A pesar de su belleza, estábamos pisando un suelo que en otras épocas fue de discordia y de sangre. La Torre del Águila es una de las muchas fortificaciones que se encontraban a lo largo de la Banda Morisca, esa tierra de nadie que dividía los Reinos de Sevilla y de Granada, donde dos culturas enfrentadas por la religión y por el interés, pugnaban violentamente por un mismo territorio.

El cerro donde se encuentra la Torre no es demasiado elevado, pero sí lo suficiente como para dominar toda la zona y ofrecer un magnífico regalo a la mirada. Al sur, está el pantano del Águila y, en la lejania, las Torres de Lopera y de El Bollo. Al noroeste, El Palmar de Troya y la majestuosa basílica de los cismáticos carmelitas de la Santa Faz. Al noreste, la lluvia quiere romper, y no puede, sobre la campiña.

La torre se encuentra en estado de ruina y le han robado algunos bloques de piedra de la fachada principal, junto a la puerta, que está orientada al oeste. Algunos sillares, al norte y al sur, conservan las marcas de cantero. La puerta estuvo tapiada, por los restos de ladrillo que aún quedan, pero hoy se puede franquear. El interior está sucio y lleno de pintadas, como si las generaciones contemporáneas no soportaran la majestuosidad de este edificio del siglo XIV, o quizás anterior, y quisieran destruirla con su vandalismo. Y a fe que han fracasado, porque aun en ruinas y masacrada, la Torre sigue siendo colosal. Al mirar al techo, se ven dos magníficas cúpulas sobre pechinas realmente imponentes. En esas alturas se encontraban las dependencias del alcaide de la Torre, que debía tener una vista de toda la zona verdaderamente envidiable.

Al sur se encuentra la escalera para subir, pero falta un importante número de peldaños, por lo que el ascenso y, sobre todo, el descenso, resultan arriesgados. ¡No hay necesidad de romperse la crisma! Aunque podemos ver cómo unos zagales del pueblo (mejor dicho, algunos de esos zagales) sí suben.

Pero el interior de la Torre aún guarda una sorpresa más. Una verdadera puerta a otro mundo: en el suelo se hallaban dispuestas en círculo (hasta que los zagales las apartaron y alinearon junto al muro de poniente, allá ellos) varias velas encendidas, con imágenes del Sagrado Corazón, de la Virgen, de San Pancracio y de Fray Leopoldo. Extraordinario. En un suelo en el que ha habido asentamientos humanos desde la Edad del Bronce, se regresa a lo ancestral y se practican rituales mágicos. La elección del lugar no podía haber sido mejor.

Y como si hubiéramos descubierto algo prohibido, nos espera un viento siniestro al salir. Al frente, el cielo ha roto a llorar por fin y las columnas de lluvia caen sobre el campo. Los rayos del sol se abren paso azarosamente entre las nubes.

Un lugar misterioso y mágico. Y quizás lo más sorprendente se encontraba aún enterrado bajo nuestros pies: la perdida ciudad romana de Siarum.



martes, 19 de mayo de 2009

Adiós, Laura

Hoy he recibido una dura noticia. Por algún tipo de sincronicidad, el mismo día en que el mundo llora la pérdida de Mario Benedetti, yo he sabido que la semana pasada fallecía mi alumna Laura.

Laura Victoria, Vicki, luchó como una leona durante dos años. Sin embargo, en esta ocasión venció la enfermedad. Laura ha dejado huérfanos a tres críos. Hace falta mucha comprensión para encajar algunos golpes de la vida.

Y por estar muy ocupado, por tener mucho que hacer, por ir dejándolo todo para otro día, mi llamada y aquel desayuno prometido se demoraron tanto, que no llegaron nunca. Ahora que ya es tarde, me pesa ese pequeño tiempo que no le dediqué.

Sit tibi terra levis, Laura, que la tierra te sea leve.

Te veré en la otra vida.



sábado, 28 de marzo de 2009

Ceremonia de apertura de lugar, bajo la luz de Sirio

En aquel tiempo, yo no sabía aún quién era Emilio Fiel. Y realmente, no fue hasta después de aquella noche cuando supe de él y de las cosas que está haciendo. Aunque me di perfecta cuenta de que el hombre que ofició aquella fascinante ceremonia tenía que ser alguien muy especial.

Sucedió al poco de iniciarse la primavera de 2009, en un lugar de gran tradición mágica y de veneración a la Diosa Madre ancestral: la aldea de El Rocío (Huelva), famosísima en todo el mundo por su Virgen y su romería en Pentecostés. Todavía me pregunto si fue o no una casualidad el que aquella noche, una hora antes, Eli y yo, al más puro estilo romero (aunque no fuera la fecha), nos hubiésemos bautizado el uno al otro en las aguas del sagrado río Quema...

Emilio Fiel y los Danzantes Concheros de Hispania se encontraban en una plaza de la aldea, y él presidía una impactante ceremonia de apertura de lugar, bajo la luz de Sirio, estrella a la que invocó, y que imperaba en el cielo sobre nuestras cabezas. Los Concheros tocaban sus conchas, esa especie de guitarra hecha con el caparazón de una tortuga, aunque no danzaron.

En un momento del magnético ritual, los asistentes fueron ahumados. Cuando todos pasaron, Eli, más valiente que yo, pidió recibir también el incienso sagrado y fue cordialmente acogida. Yo, en cambio, prisionero de mis inseguridades, no me atreví a pedirlo, a pesar de que estaba hipnotizado por la convergencia de fuerzas que allí se manifestaba.

Como tantas otras veces, lamento haber perdido la ocasión.

Ahora que ya todo es distinto, que yo soy distinto, tal vez el destino me dé una segunda oportunidad.



domingo, 15 de marzo de 2009

Exorcismos: ¿quién teme a la palabra del Padre Fortea?


“Por el Dios vivo, por el Dios verdadero, por el Dios santo, / yo te exorcizo, espíritu inmundo, enemigo de la fe, / enemigo del género humano, conductor de la muerte, / padre de la mentira, raíz de todos los males, / seductor de los hombres, provocador de los dolores.


Te abjuro, maldito dragón, / en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, / para que abandones de raíz y que huyas / de este ser plasmado por Dios”.
(Rituale Romanum)

Este fin de semana (14 y 15 de marzo de 2009) se ha celebrado en Toledo el Congreso Nacional “Ciudad de Toledo”, sobre el mundo de lo oculto, la magia y el misterio. Ha contado con ilustres ponentes, como Fernando Sánchez Dragó, Enrique de Vicente o Javier Sierra, entre otros; autores todos ellos que han dicho y dicen cosas verdaderamente sugerentes y rompedoras acerca de lo chocante de este mundo y de los otros.

Sin embargo, aunque bien valdría la pena hablar de todos y cada uno de los ponentes que han asistido al Congreso, voy ahora a referirme únicamente a un singular ausente al mismo. Se trata del Padre Fortea, conocido por todos por ser exorcista y por su esfuerzo divulgador sobre tan siniestra cuestión. El Padre Fortea iba a exponer “El exorcismo: una lucha con los poderes de las Tinieblas”; título más que inquietante, que, por desgracia, ha quedado totalmente relegado por una inesperada prohibición.

La página web de la organización del Congreso ha lamentado tener que comunicar “la caída de la ponencia del Padre Fortea”. Las razones aparecen recogidas en una carta dirigida por el exorcista a la organización, que dice lo siguiente:

“Estimado señor:
Deseo comunicarle con la presente que no me va a ser posible dar la conferencia que tenía prevista en Toledo el 14 de marzo. La razón se debe a que mi superior en la diócesis de Alcalá de Henares (a la que pertenezco) me ha prohibido dar conferencias con carácter general.
Lamento comunicárselo tan cerca ya de la fecha del evento, pero ha sido estos últimos días cuando se me ha comunicado la prohibición.
A todas las personas que le pidan explicaciones a usted, puede decirles que efectivamente yo me comprometí a asistir, pero que como clérigo sometido a obediencia, no me queda otra posibilidad de obedecer. Pregunté si me era posible mantener los compromisos ya adquiridos en la agenda de este año, antes de recibir esta orden, pero la respuesta fue que no.
Siento las molestias que todo esto le pueda ocasionar, pero insisto en que no puedo hacer otra cosa que someterme.
¡Que Dios le bendiga!”

Verdaderamente, todo lo que rodea al Padre Fortea es misterioso...

Al principio era el Verbo. La palabra es poder. La creación comienza con la palabra; y, al parecer, su antítesis, la destrucción, también. Por eso se ha dicho: "la palabra mata".

¿Quién teme a la palabra del Padre Fortea? Se supone que debería ser el Maligno Enemigo, ¿no?